A
VENUS Y MARTE
¿Por
qué me llamáis al unísono,
oh,
mi diosa de melífera voz,
mi
Venus, mi etéreo sueño perfumado,
que
mi alma silente olvidó?
¿Por
qué me llamáis al unísono,
oh,
dios de ignífero son,
Marte
de mi orgullo mancillado
que
mi templado ser quebró?
No
soy ya de nadie ni de mí,
alejado
de vuestro canto forjé
diamantino
interior desterrado
que
solo aguarda la voz del ciprés.
Figura
en vuestras manos, inerte,
vulnerable
al antojo citereo
amable
al llamamiento de un Marte arpado
fui
pluma al servicio del viento.
¿Por
qué me llamáis si nada soy
más
que un viajero aletargado
más
que un solitario andante
que
el amor dejó a cargo
de
corazones rampantes
y
la guerra al cuidado
de
laureados contrincantes?.
Mi
campo de batalla he santificado,
ahora
es mi campo de descanso.
Mi
alma aprendió a ser desgarrado
y
me conserva del orbe alejado.